«En el invierno de 1984, tres jóvenes amigos de Valencia tuvieron una idea que pasados los meses resultó ser genial. Decidieron solicitar una licencia de merendero en la playa de La Malvarrosa e instalar en la misma arena un pub fresquito y divertido para animar las noches del siguiente verano.
Ellos eran, el joven hostelero Juan Rebollar, el arquitecto y diseñador del proyecto, Cristobal Bellver y el estudiante, Antonio Viñes.
Camareros en una noche de fiesta en la playa de La Malvarrosa
Se pusieron manos a la obra y el verano de 1985 nacía Duna, el primer chiringuito del que se tiene noticia por estos pagos. Se trataba de una estructura de madera, siguiendo la estética y los cánones de los antiguos merenderos, abierta y culminada en su techado con un diseño de velámenes blancos muy original, moderno y con un personal sello mediterráneo. Y todo ello aderezado con una plantilla muy joven y desenfadada de «camatas» y una música a alto volumen, con predilección por el funky y los éxitos del pop rock del momento: Radio Futura, Dire Straits, Supertramp, Golpes Bajos.
Inauguraron el viernes 5 de julio y el éxito por la respuesta de público fue desbordante. No se lo creían. Era una novedad tan impactante que atraía cada noche a cientos de personas y los viernes y sábados a miles. Acercarse a la barra resultaba toda una odisea y la gente, armada de paciencia y entre codazos, se iba abriendo paso hasta llegar y poder pedir una copa.
Carlos Manglano, a la izquierda, en el centro la Miss España de 1985 ,Amparo Martínez Cerdán
y Ciprià Císcar
Como era un espacio abierto en medio de la playa y a pocos metros de la orilla del mar, los clientes se diseminaban por la arena, sentándose directamente sobre ella formando grupos, con mucha suerte, en las decenas de hamacas que formaban parte de la decoración.
Duna abría por las mañanas y no cerraba hasta altas horas de la madrugada, en un horario intensivo que les proporcionó, según se comentaba con manifiesta envidia entre los colegas del oficio, unos cien millones de pesetas de entonces en su primera temporada.
En Duna, cada noche era una fiesta con sorpresas y famosos. Deportistas, políticos, músicos en gira por España, artistas, mucho turismo joven y público variopinto de diversas edades y condición social se daban cita tras aguantar los atascos provocados por las caravanas de vehículos que se aglomeraba en los accesos con destino a aquel irresistible local de copas.
Como anécdota valga destacar que entre los camareros y relaciones públicas eligieron de manera informal, como mejor cliente del verano, al por entonces conseller de Cultura, Ciprià Císcar.
A finales de septiembre, como cierre de temporada y antes de plegar velas y desmontar el chiringuito, Duna hizo entrega de unos premios a los más destacados personajes valencianos, que fueron a recaer en el alcalde de la ciudad, Ricard Pérez Casado, trofeo que recogió el concejal de Fiestas, a la periodista de la Hoja del Lunes y cronista social, Mar Monsoriu, a la empresa de la familia Errando, Tráfico de Moda, al grupo Vídeo y a Manolo Cercós, gerente de una televisión ilegal llamada Valvipri, que dio mucha guerra con sus precarias y rebeldes emisiones.
Propietarios de Duna junto a Valls, segundo por la derecha
Para el verano siguiente, el de 1986, la idea prendió y atraídos por el recibimiento del año anterior, a Duna se le fueron uniendo otros locales como Teatro, Sausalito, Varadero, Surf, Mediterráneo, Waikiki, ¡Oh Valencia!... Y así hasta una decena de pubs en la arena que atrajeron a muchos miles de personas más, junto a las consiguientes quejas vecinales, atascos de tráfico, aglomeraciones y un sinfín de problemas derivados de la saturación.
En 1987, el Ayuntamiento de Valencia, agobiado por la presión vecinal, declinó conceder licencias y los hosteleros se trasladaron a la playa de La Patacona, en donde su consistorio, el de Alboraya, les recibió con los brazos abiertos ante los apetecibles ingresos que les generaría. Ahí ya se instalaron casi una veintena de merenderos nocturnos y el caos fue total.
El genial inventó comenzó a decaer y en un par de veranos se diluyó sin dejar rastro.
Literalmente, murieron de éxito».
Las Provincias
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