«Valencia tuvo a su disposición una instalación moderna destinada a una afición minoritaria: las carreras de galgos. Ver correr perros detrás de una liebre de trapo no era un espectáculo nuevo para los valencianos, que habían visto carreras muchos años atrás. Pero las modas, con sus altibajos, van y vienen: y hace cincuenta años, una Valencia con aspiraciones de modernidad disfrutaba de un estadio de calidad ubicado en la avenida del Puerto.
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A la inauguración, en la tarde del 16 de junio de 1961, solo faltó el alcalde, Adolfo Rincón de Arellano, que estaba de viaje. Pero todas las primeras autoridades, casi todos los concejales, se dieron cita en el nuevo recinto de carreras, situado en el 127 de la avenida del Puerto, entre José Brell (Peris Brell) y Muñiz y H. de Alba. Allí se había construido una pista de 114 metros en las rectas y 84 metros en las curvas, lo que daba un circuito de 397 metros en total. En la recta principal, la de salida, una tribuna para no menos de 300 personas sentadas y, en la parte alta, una galería para ver las carreras con acceso a las taquillas y el bar.
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Vista aérea
«Por primera vez en Valencia un moderno edificio y magníficas instalaciones de nueva planta construidas ex profeso con destino a este apasionante deporte», decía el texto de la página de publicidad, diseñada por Gisbert, que insertó LAS PROVINCIAS para anunciar la inauguración.
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El día 16, viernes, las instalaciones fueron bendecidas por el señor cura de la vecina parroquia del Patriarca San José y se dieron cuatro carreras de exhibición. Costaba mucho entender una carrera de galgos; incluso costaba llegar a verla. En veinte o 30 segundos, no más, los perros, velocísimos, terminaban el circuito. Si los galgos cazadores de liebres ya eran muy veloces en el campo, estos, especialmente adiestrados, todavía lo eran más. El esfuerzo de los animales era descomunal e instantáneo; por eso una carrera nunca tenía más que 550 metros.
Fundación Goerlich
Las autoridades fueron atendidas por José Salvá, el promotor de la instalación, gerente de dos canódromos en Barcelona. Y es que Madrid, Barcelona y Palma eran los centros de la afición española y de actividad de la Federación Galguera, por entonces muy extendida en España entera.
1965. Carmen Llagues. http://www.20minutos.es/museo-virtual
La afición había llegado a España al final de la Dictadura de Primo de Rivera, entre 1929 y 1931. Pero la República, al prohibir las apuestas, cohibió de inmediato una afición que se fue recuperando en los cincuenta, con una creciente permisividad del franquismo ante el juego. Es así como, ante el desconocimiento de una gran parte de la población valenciana, se inició en la ciudad una etapa, la de los galgos, que fue efímera realmente, ya que no duró mucho más de 25 años."
Francisco Pérez Puche
Las Provincias 17/06/11
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