domingo, 25 de noviembre de 2018

Teatro de las Delicias. Teatro de la Marina. Teatro de la Libertad. Cine Mar

Teatro de las Delicias. Teatro de la Marina. Teatro de la Libertad. Cine Mar

«Fue construido este teatro por algunos hombres de negocios del lugar siendo la cabeza visible Ramón Palau Belenguer. Contaba con un aforo de 979 localidades distribuidas así: 600 de platea, 269 en el anfiteatro del primer piso y 22 palcos de 5 plazas cada uno.




La Semana Gráfica. 15 de octubre de 1927




La apertura como Teatro de las Delicias se produjo en el mes de julio de 1856, haciendo las delicias de los habitantes del Cabanyal, aunque fue concebido también para atraer a veraneantes burgueses. Iría cambiado de nombre de forma paralela a las coyunturas políticas.



En 1864 sufriría un importante incendio y al abrir de nuevo meses después lo haría como de la Reina. En 1874, en plena 1ª República, cuando el Cabanyal contaba con unos 10.000 habitantes, volvió a cambiar de denominación por la de Teatro de la Marina. Aún habría otro cambio años después, esta vez sería Teatro de la Libertad, y finalmente en 1890 adoptaría otra vez el de Marina, ya de forma definitiva.












Era el centro neurálgico del ocio y la cultura y lo mismo actuaban compañías de renombre que actores autóctonos. Aquí también llegó a actuar, antes de su definitivo retiro, la actriz Amparo Guillén. Se combinaban toda clase de espectáculos: conciertos, zarzuelas, sainetes, flolklore, varietés... y en el estío contaba con la competencia del Teatro Serrano, situado más cerca de la playa y concebido como un salón de verano por iniciativa de un maestro de obras del Cabanyal que convenció al maestro Serrano para que en los meses de julio y agosto se trasladara a Valencia con su compañía de teatro.



A partir del 23 de marzo de 1900 ya se podía acudir al Teatro de la Marina en tranvía eléctrico que había sustituido al de vapor.

En 1913 ya se ofrecían sesiones de cinematógrafo como complemento a las obras teatrales que se representaban y al finalizar éstas, siendo recogidas por el publico con entusiasmo. Después y en diferentes temporadas se dieron sesiones de cine. Al iniciarse la guerra civil el Grao-Cabanyal disponía de diez salas de cine: Marina, España, Levante, Benlliure (luego Lírico), Imperial, Musical, Alhambra, Victoria, El Dorado y Escalante. En un par de años desaparecerían las cuatro últimas incorporándose en 1946 Marfil (después Merp) y ya en 1961 Malvarrosa.






Cortesía de José Navarro Escrich

El Cine Marina se anunciaba junto al Levante, Marfil y Musical, todos regentados por el empresario Vicente Santonja Tecles. En 1949 vemos que había pasado a estar dirigido por la empresa del Imperial, a la sazón Amadeo Mortes Estrens. Las cosas no iban bien para el viejo local de la calle la Reina hasta que dicho empresario emprendió un año después la remodelación de su interior suprimiendo el escenario, ya en desuso, y dotándole de un nuevo nombre, CINE MAR, para ser dedicado de forma exclusiva a la proyección de películas en sesión doble y continua desde las 4 de la tarde a unos precios al alcance de todos.


La riada de 1957 hizo mucho daño a la barriada marinera y en particular al teatro. En noviembre de 1959 se procedió a la reforma y decoración de su fachada en primera planta, dejando las superiores tal y como estaban, ya algo deterioradas. Ofrecemos grabado del mapa del proyecto de obras. Este cine no se anunciaba en los periódicos de la capital, no así en la Cartelera Bayarri, donde vemos que en la semana del lunes 17 al domingo 23 de diciembre de 1962 ofreció su último programa doble con las películas: `Ursus` y `El diario de Ana Frank`. El siguiente que estaba anunciado para los días 24 al 30 era: `Así canta una española` y `El Capitán Fuego`, título éste premonitorio y que nunca llegaría a proyectarse ya que a las 14,30 horas de ese lunes 24, Nochebuena para más señas, el Teatro Marina fue pasto de las llamas.



Posteriormente el edificio fue demolido y en su lugar se levantó en bloque de pisos con el consabido supermercado en sus bajos».

domingo, 11 de noviembre de 2018

Los caliqueños en el Marítimo

Los caliqueños en el Marítimo

«Según dicen, los soldados españoles que estuvieron en Cuba fueron los que, al venirse a España a finales del siglo XIX, trajeron la costumbre de la elaboración de puros. Por lo visto en Cuba tenían que dedicarse a la agricultura para poder subsistir, dedicándose sobre todo al cultivo y elaboración del tabaco.

Así nacieron los Caliqueños en Valencia. Esa costumbre fue pasando de generación a generación, costumbre que ha sido perseguida (claro no pasaban por caja, o mejor dicho no pagaban impuestos).


Fabricando caliqueños en el Cabañal. Años 80

?

Los agricultores plantaban matas de tabaco en lugares mas o menos apartados del campo y junto con otro cultivo para que se confundieran o bien cuando el cultivo era el tabaco, se las arreglaban para que se perdieran hojas o matas enteras, para poderlas secar ellos y hacer el Caliqueño. Era una manera de poder sacarse un dinero extra. Tradicionalmente eran las mujeres las que manipulaban el tabaco hasta conseguir el puro.

En Valencia existen dos zonas muy distintas de elaboración de Caliqueños. La zona de la huerta norte, Alboraya,Almassera, Poblé Nou, Borboto; Benifaraig (estos tres últimos pueblos hoy son pedanias de Valencia), incluso en los barrios del Cabañal y Malvarrosa se hacían. La otra zona es La Canal de Navares, Chella, Bolbaite, Sumacarcel, Antella....


Soldado camino de Cuba con caliqueño en la mano. 1895

Cortesía de José Navarro Escrich


Caliqueños

Cortesía de José Navarro Escrich

Aunque en las dos zonas se elaboran Caliqueños, estos son muy distintos entre si. El tabaco y la elaboración es diferente, el secado, el tamaño o la terminación del Caliqueño, dan a cada zona su propia identidad».

http://caliqueno.net/articulos/elcaliqueno.htm


domingo, 4 de noviembre de 2018

La Escuela de Flechas Navales en el chalet de Blasco Ibáñez

La Escuela de Flechas Navales en el chalet de Blasco Ibáñez

«Pasando la línea de los chalets al final de la playa estaba Casa Carmela junto a una villa pompeyana que era, según se decía, del escritor Blasco Ibáñez aunque ahora estaba medio abandonada después de haber sido incautada por la Falange y en ella campaban juntos los últimos Flechas Navales y los primeros gitanos».

Tranvía a la Malvarrosa

Manuel Vicent

«Las flechas Navales instalaron en «La Malvarrosa» su Escuela. En la Prensa se publicó que gracias a las buenas gestiones del señor Gobernador Planas de Tovar se había conseguido una magnífica finca para la Escuela.

El jardín, que tantos recuerdos guardaba para mí, fue arrasado y convertido en un campo de fútbol, el opio que Franco dio a su pueblo. Las cariátides de la terraza pompeyana fueron suprimidas, quizá por considerarlas inmorales, así como también las estatuas del jardín.


http://particulasdelpasadodevalencia.blogspot.com/2017/10/escuela-de-flechas-navales.html?fbclid=IwAR1P1N5sfGFtScWaEmEVemusJ6W4skgaaIXA1mGhEvpCu7zNnYq0tyQvbw8

Como es natural, toda la distribución interior de la casa fue modificada. La galería pompeyana quedó cerrada por muros con ventanas y lo que fue la casa de un gran artista se convirtió en un cuartel. Allí estuvieron Flechas Navales sin pagar un céntimo veinte años, desde enero de 1942 hasta el 21 de febrero de 1962, año en que quedó terminada la nueva Escuela en el puerto de Valencia, y a donde se trasladaron, abandonando los restos de «La Malvarrosa» con todos los cristales rotos, los dos pararrayos arrancados, el pozo artesiano destruido y un destrozo general que daba pena verlo.

A mi vuelta del exilio, después de treinta y seis años, un día me armé de valor y fui a ver «La Malvarrosa»; me hizo el efecto de que el caballo de Atila había galopado sobre ella.


http://particulasdelpasadodevalencia.blogspot.com/2017/10/escuela-de-flechas-navales.html?fbclid=IwAR1P1N5sfGFtScWaEmEVemusJ6W4skgaaIXA1mGhEvpCu7zNnYq0tyQvbw8

Cuando, por fin, se fueron los Flechas Navales obligaron a mi hijo a firmar un documento en el que se lavaban las manos de los destrozos producidos en la finca, afirmando que, mientras habían hecho el traslado a la nueva Escuela, habían entrado unos maleantes, destrozándolo todo. Como es natural, mi hijo, antes de exponerse a volver a la cárcel por segunda vez, firmó. La lectura de dicho documento hace reír, por no llorar. ¿Cómo es posible que unos maleantes pudieran en unas horas modificar la estructura de una casa, arrasar un jardín y cegar un pozo artesiano?


Los Flechas Navales haciendo gimnasia frente al chalet de Blasco Ibáñez

http://lamalva-rosaenblancinegre.blogspot.com/

Fue nuestra otra vez «La Malvarrosa», pero había quedado inhabitable y no podíamos volverla a su primitivo estado, pues para ello se necesitaba un capital de que carecíamos».

Libertad Blasco - Ibáñez Blasco

Revista "Blanco y negro". 19 de octubre de 1977

El chalet de Blanch

Luis Blanch García, nacido hacia 1866, compró un solar en la Malvarrosa en 1923. Era un solar grande, de 897 metros y con una fachada de 15'6 metros. Cogía desde la Avenida de la Malvarrosa hasta Antonio Ponz, a lo largo de la actual calle Fuente Encarrós. Es decir, lo que fue el Colegio María Carbonell y ahora es la Universitat Popular. Era contratista de obra, profesión más que suficiente en la época para destacar entre sus vecinos, que lo recuerdan como "un señor de porte", con carruaje y varias doncellas.

Durante la Guerra Civil se habilitó en él una pequeña cárcel para mujeres.

Acabada la guerra fue comprado por la Falange como " sucursal" del ocupado chalet de Blasco Ibáñez. Se usaba como dormitorio de algún profesor o de algunos otros falangistas, sobre todo los internos o los que venían de campamento durante los veranos.

Historia de la Malvarrosa

Antonio Sanchis Pallarés


Falla Malvarrosa junto al chalet. Años 50

http://lamalva-rosaenblancinegre.blogspot.com/

Los niños calafates de La Malvarrosa

«A la profunda verdad dorsiana de que la enfermedad propia de las civilizaciones muy complicadas es perecerse por los encantos de la inocencia, corresponde aquella deliciosa chuscada con que Benito Mussolini explicaba a Rene Benjamín la pasión demográfica de un régimen que a casi todos dio el chasco.

En Roma se veían entonces tantos bebés mirando .el limpio cielo .tumbados en sus coches, que el himno nacional parecía resonar más a sonajero que a trompeta. Y aquel hombre fuerte—¡válgame Dios!-— pasó revista desde arriba al gran despliegue y pululación municipal de "chachas", y dijo como un padre contento:

—El niño enriquece al país. El niño es un formidable consumidor que lo destruye todo. Destruye sus libros, sus vestidos, sus juguetes... Y, además, come.

Si después, en las postrimerías de la guerra, los niños han ascendido hasta la categoría de objetivo militar, carne de bombardero y brazo armado de la patria, ello sería culpa de una economía industrial que se puso a fabricar balas donde antes confeccionaba perinolas. Entre ambas soluciones del niño, la del que hace la gloria del bazar y la del que puebla la Caja de Reclutamiento, hay una versión española de nuestro tiempo, que consiste en tomarlo apenas empieza a ser un pequeño hombre complicado; darle en serio la herramienta, el morral a la intemperie, el cantar y la lección en que la Historia y la vida resultan un jarabe amargo para personas mayores; y hacer que el halda de la madre le dé permiso para tenerse derecho hasta entrar en quintas. Así resultan unos niños atléticos, camperos y aeromodelistas. Autárquicos, en cuanto fabrican sus propios juguetes, libran a la infancia de esa doliente expectativa que hace tan triste a la Pedagogía, convierten la niñez en un escalón viril previo a la plenitud de derechos y angustias. Y, además, comen. Si luego resultaran unos hombres zangolotinos, pedantes y furisos, habría que echar la culpa a la tenacidad del pecado original y no al Frente de Juventudes.



Pues en una mañana de primavera he visto casi doscientos chicos vestidos de marineros ocupando muy afanados con lo suyo el palacete que Blasco Ibáñez habitó en la playa valenciana de la Malvarrosa. Lo suyo es algo así como una sucursal infantil de toda la gran diversidad del mundo marítimo, desde el vuelo de la nube a la profundidad del bentós, pasando por la criatura, y rey de las aguas que es el vapor. Subí de prisa por aquélla escalera que tantas veces asaltó de tres en tres escalones la tormentosa vitalidad del novelista, y en un corte vertical de la deleitosa vivienda contemplé: un sacerdote joven enseñando a los niños el modo de estar a solas con Dios en la problemática quietud de los mares; pues siendo tan propia de los profesionales del mar la condición "espirituosa y tediosa, sólo la piedad podrá estabilizarlos en las borrascas de la soledad y en las marejadillas de puerto. En el piso de más abajo asistí a la clase de electricidad marítima, a la de matemáticas y navegación. Por la ventana entraba, con la mañana, azul y verde, un rumor de olas, de pájaros y árboles gigantescos. Las voces de aquellos pilletes de ribera se abrían como para dectr un taco, y hablaban de derivas, de reostatos y turboalternadores. Resultaban lenguas de ingeniero. El profesor, técnico y curtido como el maquinista de un navio, les explicaba con logaritmos amenos, si los hay, la piratería de la "onda negativa", el potente cachete de la hélice contra eloleaje. Los niños, absortos, bebían literalmente la lección. Nunca creí que el mundo maravilloso del filibustero y la sirena pudiera enseñarse con raíces cuadradas.

En la planta baja funcionaban los talleres. Bajo la dirección de un maestro joven, con perfil de piloto, allí trabajaban, reconcentrados y estrepitosos, el chaval que talla una goleta con el mismo sentido de responsabilidad que si armara el "Normandie", el aprendiz que tornea un cojinete y gana ya su jornal diario, y el niño-artesano que dibuja, forja, embraga y esmerila una pieza de acero para que la Unión Naval de Levante se la coloque en serio a un barco grande. Calafates, patrones, cantantes, señaleros, aquellos príncipes astrosos en la aclocracia del Cabañal eran en la Malvarrosa unos ciudadanos asombrosos, y la casa del novelista vibraba junto a la mansedumbre de las olas hecha un arsenal azul,, donde gruñía contento el cachorro marítimo de España.

De sus padres, los cargadores del puerto, los peones pobres, supe, por lo que ellos mismos me dijeron, que, aunque se hundiera España, no querrían ver a los chicos en otra parte. Como en la teoría fluyente de la Física de Heráclito, el polvo del tribuno Blasco, que llegó a cegarles los ojos, se había convertido y reintegrado a la Patria, sin morir en aquellas poleas, naves y banderas. "Visantet", el que fastidió a España porque la amaba, llora y sonríe desde su vejez lejana, más allá de las nubes».

José Antonio Torreblanca

ABC 15 de agosto de 1945

El Cristo del Salvador

  El Cristo del Salvador «Cargados de tradición e historia, la devoción popular festeja el 9 de noviembre a dos Cristos marineros con la mis...