domingo, 29 de mayo de 2016
domingo, 22 de mayo de 2016
Finca "La Malvarrosa". Epílogo
«Hoy, sus habitantes no pueden ser más que gentes marginadas, ignorantes del tiempo histórico que esta casa posee, evitando que sus muros y techos se derrumben un poco más, o que la mesa de mármol ceda definitivamente. Mañana será lo que la resurgente conciencia valenciana decida.»
El País. 28/01/78
La Vanguardia
«Mientras se recuperaba el pasado, una pieza de nuestro pasado más reciente se iba cayendo a trozos: el chalet de Blasco Ibáñez.
Pocas ruinas más anunciadas y derrotas más pregonadas que ésta. ¿Era demasiado tarde cuando en 1980 el Ayuntamiento compró el chalet? Los informes municipales parecían desmentirlo. Pero tampoco nadie parecía tener mucha ilusión en apuntalar sus viejas paredes. En realidad, muchas opiniones se decantaban por la operación “borrón y cuenta nueva”. Más valía que se desmoronara y luego ya se reconstruiría de nueva planta. Ya veríamos si con los planos originales o con un nuevo diseño. Otra opción defendía que al menos convenía apuntalar las cuatro fachadas que todavía se mantenían en pie, componer al menos la apariencia externa y rediseñar por completo el interior, adaptándolo a unas necesidades que se irían determinando. Se mantendría así su efecto visual de gran contenido simbólico.
Cuando el Ayuntamiento parece que quiere tomárselo en serio y estudiarlo es en julio de 1983. Pero pasadas las Navidades del 85, el chalet fue simplemente derrocado.»
Historia de la Malvarrosa (Nacida del agua)
Antonio Sanchis Pallarés
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Paco Dolz
«También se decretó la restauración de determinados inmuebles, el tiempo fue corriendo y al acometer la empresa lo mejor era tirarlo todo patas al aire, que eso aconteció ahora en la playa valenciana de la Malvarrosa, con el chalet de Blasco Ibáñez, años y años abandonado y a merced de los vagabundos. La casa del novelista no tenía arreglo y se optó por levantar otra nueva teniendo a la vista su estampa antigua. Para los devotos del escritor, la torre de la Malvarrosa cobraba un valor sentimental.»
domingo, 15 de mayo de 2016
Finca "La Malvarrosa". Cuarta parte
«Las flechas Navales instalaron en «La Malvarrosa» su Escuela. En la Prensa se publicó que gracias a las buenas gestiones del señor Gobernador Planas de Tovar se había conseguido una magnífica finca para la Escuela.
El jardín, que tantos recuerdos guardaba para mí, fue arrasado y convertido en un campo de fútbol, el opio que Franco dio a su pueblo. Las cariátides de la terraza pompeyana fueron suprimidas, quizá por considerarlas inmorales, así como también las estatuas del jardín.
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Como es natural, toda la distribución interior de la casa fue modificada. La galería pompeyana quedó cerrada por muros con ventanas y lo que fue la casa de un gran artista se convirtió en un cuartel. Allí estuvieron Flechas Navales sin pagar un céntimo veinte años, desde enero de 1942 hasta el 21 de febrero de 1962, año en que quedó terminada la nueva Escuela en el puerto de Valencia, y a donde se trasladaron, abandonando los restos de «La Malvarrosa» con todos los cristales rotos, los dos pararrayos arrancados, el pozo artesiano destruido y un destrozo general que daba pena verlo.
A mi vuelta del exilio, después de treinta y seis años, un día me armé de valor y fui a ver «La Malvarrosa»; me hizo el efecto de que el caballo de Atila había galopado sobre ella.
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Cuando, por fin, se fueron los Flechas Navales obligaron a mi hijo a firmar un documento en el que se lavaban las manos de los destrozos producidos en la finca, afirmando que, mientras habían hecho el traslado a la nueva Escuela, habían entrado unos maleantes, destrozándolo todo. Como es natural, mi hijo, antes de exponerse a volver a la cárcel por segunda vez, firmó. La lectura de dicho documento hace reír, por no llorar. ¿Cómo es posible que unos maleantes pudieran en unas horas modificar la estructura de una casa, arrasar un jardín y cegar un pozo artesiano?
Fue nuestra otra vez «La Malvarrosa», pero había quedado inhabitable y no podíamos volverla a su primitivo estado, pues para ello se necesitaba un capital de que carecíamos. Años más tarde, resuelta la cuestión económica, nos interesó más a mi hermano Mario y a mí construir un monumento a nuestro padre en el cementario civil, como más adelante explicaré.
A mediados del año 62, un sacerdote del Patriarca se puso en comunicación con nosotros para rogarnos le dejáramos albergar una familia de gitanos en lo que quedaba de «La Malvarrosa», ya que a los pobres los echaban del solar en que vivían hacía años, para construir una finca.
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No tuvimos inconveniente de hacer una obra de caridad, pues aquella casa ya no era la de nuestros padres, sino una ruina, y por lo menos que sirviera para acoger a unas pobres gentes. Allí se trasladaron y a los pocos días de llegar nació una churumbela que tuvo que ser lavada con agua del mar.»
Libertad Blasco - Ibáñez Blasco
domingo, 8 de mayo de 2016
Finca "La Malvarrosa". Tercera parte
«En 1939 tuvimos que exiliarnos. El Tribunal de Responsabilidades Políticas se incautó de todos nuestros bienes,dejando, inexplicablemente, libre «La Malvarrosa». Hasta que un día de 1941 fue a ver a mi yerno Vicente Asensi Genovés, un delegado de Flechas Navales, a pedirle que le alquilara o cediera «La Malvarrosa» para instalar allí la Escuela de dichas Flechas Navales. Mi hijo político le hizo saber que aquella finca era para recreo de la familia y que nunca se había pensado en alquilarla a nadie.
Escuela de los Flechas navales en el chalet de Blasco
ABC 15/08/45
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A los pocos días, el gobernador de Valencia, señor Planas de Tovar, al cual eI pueblo le puso por mote «Ganas de Estorbar», mandó llamar a mi hijo. En aquella época, todo aquel que no era adicto al régimen franquista sabía que una llamada de esta clase suponía una detención y no había más que resignarse, pues era imposible la huida. Así, pues, temiendo lo peor, se personó en el despacho del gobernador, el cual lo recibió con gran violencia, teniendo encima de la mesa del despacho una cachiporra y un «boxer», y ante el asombro de mi yerno, que era completamente apolítico, le reprochó el que se hubiera opuesto a los grandes designios del glorioso Movimiento y, por tanto, quedaba arrestado en los calabozos.
Acto conmemorativo del IV Centenario de Luís Vives, organizado por el Instituto de España, celebrado en el Salón de plenos del Ayuntamiento de Valencia. 03/06/40. El gobernador Tovar, segundo por la izquierda
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Allí permaneció varias semanas, a donde iba mi hija diariamente a llevarle la comida, sin comprender el porqué de la detención de su marido. Llevaban casados diecisiete días. Uno de ios guardias de la puerta, quizá cumpliendo órdenes o quizá compadecido de su afligida juventud, te dijo confidencialmente a mi hija que, mientras no entregase la llave de «La Malvarrosa», no soltarían a su marido y que pasado un tiempo reglamentario deberían trasladarlo de los calabozos de Gobernación a la cárcel, donde quedaría fichado y sería más difícil el sacarlo. Como es natural, mi hija, al día siguiente, entregó la llave en la secretaría de Gobernación, en donde con rabia la tiró encima de la mesa diciendo que se negaba a firmar ningún documento.
Fachada principal del chalet de la Malvarrosa
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Días después fue puesto en libertad mi hijo, digo mi hijo, pues así lo consideré siempre y lo quise tanto o más que a mis propios hijos; cumpíió el resto de la condena en su domicilio y teniendo que pagar una multa de 5.000 pesetas, que en aquel tiempo era una cantidad respetable, teniéndose que empeñar por no disponer de recursos económicos.
Todo esto quedó reflejado en la Prensa de la época, y el suelto entonces publicado decía que al señor Vicente Asensi se le multaba con 5.000 pesetas por haber hablado mal del Movimiento.»
Libertad Blasco - Ibáñez Blasco
domingo, 1 de mayo de 2016
Finca "La Malvarrosa". Segunda parte
«En la segunda planta estaba la verdadera vivienda con los dormitorios, un saloncito estilo imperio, la cocina y el comedor estilo valenciano con sillas de cuerda, platos de cerámica, chimenea, etc., que daba a !a gran galería que se extendía a lo largo de toda la fachada, que era de estilo pompeyano, decorada y dirigida por el gran amigo de mi padre Joaquín Sorolla, ayudado por dos de sus discípulos, Francisco Merenciano y VIcente Santaolaria, que reprodujeron las pinturas de la casa del Veti y del Poeta de las ruinas de Pompeya.
La cocina y el comedor
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La terraza de estilo pompeyano
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En las dos esquinas de la galería estaban dos grandes cariátides hechas por Rafael Rubio, profesor de Bellas Artes de Valencia, que sostenían el techo de la tercera planta.
Blasco y su segunda esposa, Elena Ortúzar, posando ante las cariátides obra de Rafael Rubio.
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En el centro había, y hay, una gran mesa de mármol blanco de Carrara, de forma rectangular, sostenida por cuatro leones alados, que mi padre 'hizo traer de Italia, la cual aún está entre las ruinas de lo que fue aquella poética casa, pues por su mucho peso no se puede sacar más que con una grúa, y la lástima es que el piso está cediendo y el gran bloque de mármol se está desnivelando. Para que no se perdiera, el día que se termine de hundir el suelo, la hemos donado al Museo de Cerámica de Valencia; pero hasta el presente no han tenido interés en recogerla.
Blasco sentado en la famosa mesa de mármol
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En dicha mesa comíamos en verano contemplando el mar, que por cierto en aquella época estaba mucho más cerca da la finca de lo que está ahora; quizá el motivo sea la construcción de la escollera.
Blasco junto a su primera esposa, María Blasco, y sus hijos
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La tercera planta lo ocupaba el despacho de mi padre, con grandes ventanales que enfrentaban a su mesa de escribir, y sentado en ella no vela más que el mar, dándole la impresión de ir embarcado. Allí escribió «Sonnica la cortesana», «Entre naranjos», «Cañas y barro», «La catedral» y «El intruso».
Blasco en su despacho
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Estampa
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Estampa
Ei jardín era muy amplio y los árboles fueron casi todos plantados por la mano de mi padre, entre ellos cuatro árboles llamados del Paraíso, que daban unas florecillas amarillas de mucho aroma que no he vuelto a ver en ningún iugar y que fue capricho de mi madre, que mi padre se apresuró a complacer. También había palmeras, eucaliptus, una higuera, un laurel, una gran parra que formaba un túnel y las paredes cubiertas de madreselvas.
Entre aquel verdor estaban diseminadas las estatuas de: «El esclavo», de Miguel Ángel; las Venus de Médicis y de Arlé, el Apolo y un monumento a Dante, etc. También había una gran alberca o balsa para regar el jardín y donde la chiquillería, formada por mis hermanos y yo, nos bañábamos tos días que el mar estaba revuelto.
Fachada trasera del chalet de la Malvarrosa
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Allí transcurrió nuestra infancia y, posteriormente, la de mis hijos. «La Malvarrosa» es una casa ligada a mi vida. Fue siempre el lugar predilecto de mi madre y allí pasamos veranos encantadores.»
Libertad Blasco - Ibáñez Blasco
Revista "Blanco y negro". 19/10/77
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